Solo en el área

Ahí tendrás que estar

Foto: MARTA CONTÍN.

Esta mañana, me levanté pensando en qué se le podía decir. A él y a todos. Pero sobre todo a él. En momentos en los que el esfuerzo invertido carece de recompensa directa, podría dar la sensación de que cualquier palabra pierde su fuerza y no tiene impacto. Se pronuncia, se oye y pasa sin dejar rastro. Se olvida. Sin embargo, estos son instantes para no ignorar ni para relegar en el rincón más oscuro de la memoria. Constituyen, en cambio, coyunturas de las que alimentarse, porque forjan tu resistencia y te aportan valores de superación y, por qué no, de confianza, que no vibran de igual manera en las victorias.

La determinación y la seguridad en uno mismo son comportamientos que suben y bajan como las mareas. Mientras no traspasen un límite mínimo, ellas solas se recomponen y reajustan. Dentro de un grupo, cuesta menos aumentar esos niveles, sobre todo si este está compuesto de personas con una actitud de compromiso y progreso fuera de toda duda. Los unos se sustentan en los otros y las debilidades de los primeros se contrarrestan con las fortalezas de los segundos, haciendo que nadie se quede solo en su lucha contra los acontecimientos. No obstante, en ocasiones se dan lances individuales que pueden pesar en el desánimo e incrementar una onda expansiva que afecte a la totalidad del espíritu. Un espíritu preparado, como es el caso, para la competición, para las horas más difíciles y también para las más alegres. Para celebrar la algarabía de estas últimas, pero también para buscar el aprendizaje de las más sombrías.

Algún día, en tu brazo llevarás un escudo con cadenas. Y esas cadenas te atarán a un sinfín de sitios a los que uno nunca soñaría con visitar. Cuando un compañero tropiece por tercera vez en el mismo sitio y su dolor sea inconsolable, ahí tendrás que estar. Cuando un recién llegado, aquejado por sus lesiones, no vea el día de vestir su uniforme y comenzar su cuenta goleadora, ahí tendrás que estar. Cuando uno de los tuyos sufra un traspiés, cometa un error y se le obligue a caminar hacia los vestuarios, ahí tendrás que estar. Cuando la grada se enfríe, congelada por un marcador adverso, ahí tendrás que estar. Cuando todo tu equipo se embarulle y pierda el norte o, peor aun, al escapársele un aliento de displicencia, ahí tendrás que estar.

¿Sabes dónde nunca tendrás que estar? En el terreno solitario de la culpa. No hay fallo para el que lo intenta con pasión. Jamás yerra un gigante que se crece ante la adversidad. No existe el error en el mundo de los valientes. Nunca se definió falta alguna para los que se dejan el corazón en la pista y hacen que una camiseta verde y blanca valga más que todo el oro de la tierra.

Asier Gil es responsable de Comunicación y Marketing en la S.C.D.R. Anaitasuna.

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