Jugar en Europa y los largos viajes no salen gratis. La primera parte ante Cangas ha evidenciado que el cansancio pasa factura, con muchos errores de finalización. Sin embargo, el espíritu Anaita no se pierde por lejos que se viaje, y en la segunda mitad ha aparecido para salvar un punto y haber estado cerca de la victoria. El definitivo empate 25 simboliza la rasmia y el carácter de este equipo.

Henrik Nordlander y Eduardo Salazar fueron los protagonistas de los primeros minutos con su alto nivel de acierto bajo los palos. El sueco gracias a la buena labor defensiva de los locales, mientras que el gallego lo detenía casi todo desde los seis metros. Por ello, el marcador se mantenía muy igualado.

La falta de chispa en ataque lastraba mucho a los navarros, que veían como el Cangas abría hueco en el marcador hasta el punto de que se iban hasta los 6 de diferencia en el minuto 25 de la primera mitad. Estaba claro que iba a tocar sufrir nuevamente en casa una vez más, ya que al descanso el resultado era de esos seis goles, 8-14.

La segunda mitad no comenzaba mejor, de hecho, el hueco llegaba a los siete goles para Cangas. Sin embargo, este Helvetia Anaitasuna tiene una seña de identidad más allá del acierto: la casta. El carácter de este equipo parece infinito, y esta vez, pese al cansancio, se volvía a demostrar. Gol a gol, defensa a defensa, la ventaja gallega iba recortándose hasta que, a falta de cinco minutos para terminar, conseguían el empate.

Los últimos instantes volvieron a ser de infarto. Cangas no permitía la remontada local, con otras cuantas paradas de Salazar. Finalmente, el empate a 25 sirve para lograr un punto, para demostrar la casta del equipo de nuevo y para destacar los minutos en defensa de Ander Adarraga, que ha sido el mejor ejemplo del espíritu Anaita que se vivía en la Catedral. Una Catedral que, igual que el equipo, se vaciaba una vez más para ayudar a los suyos.